jueves, marzo 30, 2006

El rol de las organizaciones territoriales urbanas en la construcción de la democracia participativa y protagónica

El rol de las organizaciones territoriales urbanas en la construcción de la democracia participativa y protagónica

Ponencia a cargo de Ángel Borello –
Coordinador General del Comedor Los Pibes de la Boca

Como parte integrante de una organización comunitaria de base territorial, mi intervención tiene como referencia, la experiencia acumulada en años de participación concreta en el proceso de construcción colectiva de una herramienta que nos permitiera enfrentar el modelo de exclusión genocida pergeñado por las usinas de políticas económicas neoliberales.

¿Por qué planteamos la importancia de este nuevo actor social que son las Organizaciones Territoriales Urbanas? En la actualidad, entendemos que el modelo de democracia representativa, hasta ahora conocido, se encuentra agotado porque no ha podido cumplir su promesa de dar respuesta a las demandas de las mayorías populares, entrampado como está en una red de intereses heredada de administraciones anteriores, y ante la cual se ha demostrado incapaz para desmantelarla.

Si bien el origen de estas organizaciones puede remitirse al “proceso de desindustrialización con el consiguiente deterioro de las condiciones de vida de las clases populares y pauperización de las clases medias bajas que arrancó a mediados de la década del ´70 provocando las tomas ilegales de tierras que se desarrollaron a fines de la dictadura militar y los primeros años del gobierno de Raúl Alfonsín”…(M. Svampa; p 39: 2004), el rol que estas organizaciones pueden cumplir hoy en la construcción de sociedad es un papel mucho más importante y más destacado que en los últimos 30 o 40 años. Con esto queremos expresar que cualquier proyecto de reorganización administrativa y descentralización, debe contemplar figuras o herramientas que promuevan y garanticen la participación activa, no del ciudadano como individuo aislado, tal como fue la lógica de construcción mantenida hasta ahora, sino de estas organizaciones que son portadoras de una historia de trabajo colectivo que privilegia las formas cooperativas y asociativistas, es decir, pedimos que se reconozca y valore el aporte de una experiencia de prácticas organizativas que han ido modelando un nuevo sujeto.
Este nuevo actor social y político surge de la necesidad de dar respuesta inmediata a las carencias básicas de techo y alimento, y en el proceso de resistencia al neoliberalismo fue madurando, alcanzando mayores niveles de desarrollo práctico y teórico, incorporando una nueva dimensión de comprensión política, de la política entendida como lucha por recuperar espacios vitales y derechos básicos como vivienda, salud, educación, recuperar en fin, la calidad de ciudadanos que fuera enajenada por el sistema económico más injusto que haya conocido la historia de nuestro país.

Hablamos de sistema económico, de neoliberalismo, de exclusión; estas palabras encuentran su sentido completo cuando podemos ubicarlas en el contexto más amplio de ese proceso complejo que se conoce como “globalización” del cual el neoliberalismo es la herramienta económica. Según dice Néstor García Canclini: [a la globalización] “…se la concibe como expansión de los mercados…[sin embargo] se estrecha la capacidad de acción de los Estados Nacionales, los partidos, los sindicatos, y en general los actores políticos clásicos. Produce mayor intercambio transnacional y deja tambaleando las certezas que daba el pertenecer a una nación…engendra inestabilidad en el trabajo y perturbaciones subjetivas…Se produce crisis de credibilidad en la política y en los partidos políticos [por los casos de corrupción] y su reemplazo por los medios de comunicación y los tecnócratas. [Por la transnacionalización de la economía] “Los gobiernos nacionales son reducidos a administradores de decisiones ajenas…Este vaciamiento simbólico y material de los proyectos nacionales desalienta el interés por participar en la vida pública” (N. García Canclini; pp 56 – 57:1999). La transcripción de la cita es extensa pero entendemos que ofrece una idea muy clara del escenario “globalizador” con el que nos enfrentamos. Sin embargo, a esta descripción deberíamos agregar que en el caso particular de la Argentina, a partir del año 1995 se acelera el declive económico y comienza la desocupación masiva, llegándose a registrar niveles de desempleo que han alcanzado su más alto índice histórico: según informe del INDEC a julio de 2002, la desocupación llegaba al 21,5 % (La Nación; 26/7/002).

La incapacidad para resolver la crisis económica, la difusión de casos de corrupción y negociados en los que participaron parte de la clase política y empresarial, así como la defección de los dirigentes sindicales que, traicionando el mandato de sus bases, se transforman ellos mismos en empresarios, la modificación de la legislación laboral por lo que eufemísticamente se llamó “flexibilización laboral” y sirvió a la causa del disciplinamiento de la masa trabajadora vía despidos masivos, la enajenación del patrimonio nacional con las privatizaciones, todo esto unido a la insensibilidad mostrada por la clase dominante en su conjunto respecto al problema de la exclusión a la que fueron arrojados los sectores populares, provocó una profunda crisis de representación. Los partidos políticos, los tradicionales y los mayoritarios, aún aquellos que tienen en su discurso un contenido popular, entran en crisis, dejan de ser la herramienta que le daba horizonte a las peleas reivindicativas, dejan de ser creíbles, se vacían de contenido, se partidocratizan, entendiendo como partidocratización la cooptación por la política del bloque dominante para sus objetivos, terminan siendo funcionales a la aplicación de un modelo de dominación. Entra en crisis también el modelo de dirigente y el modelo de participación aceptado por esa dirigencia que adopta una forma verticalista y desoye el reclamo de participación de las bases.

El neoliberalismo, entonces, como sistema económico, es el instrumento de un nuevo modelo de dominación, que trastoca el sujeto pueblo tal como se lo entendía tradicionalmente, como el conjunto de la clase trabajadora y provoca la emergencia de un nuevo actor social y político que son las organizaciones comunitarias, barriales, sociales; distintas maneras de calificar todo un universo que reconoce un hilo conductor en la historia, pero que también muestra puntos de ruptura porque aún aquellas que puedan parecer herramientas viejas, como un centro cultural, en su dinámica, en el curso de su desarrollo, vemos que la participación popular, respondiendo a diferentes contextos, las transforma. Aunque conserven el nombre, en la actualidad están integradas por los nuevos sectores que conforman ese sujeto pueblo. Vaya aquí una aclaración: cuando decimos “sujeto pueblo”, nos referimos a una categoría que trasciende totalmente el concepto de “clase”; estamos hablando de todo el bloque popular. El movimiento obrero organizado, los trabajadores (formales e informales), los desocupados, son una parte del sujeto pueblo. En lo que entendemos como “bloque popular” se integra también una pequeña burguesía que coincide con los intereses nacionales y populares; nos referimos a un universo, que, como un mosaico de grupos diversos desborda la interpretación marxista ortodoxa de clase social, definida por su posición en una estructura económica determinada.

La aplicación de este nuevo modelo de dominación que utiliza la fragmentación y la ruptura del tejido social como una de sus herramientas, provoca una reinterpretación del sujeto pueblo. Uno de los líderes que rompe con la ortodoxia y el dogmatismo para definir a este sujeto pueblo es Fidel, cuando en su defensa del Moncada convoca a los trabajadores, los educadores, los profesionales, en una respuesta a los desafíos planteados por su realidad concreta. Creemos que nosotros, tendríamos que poder describir adecuadamente nuestra realidad y actuar, según los desafíos que nos presenta. Es por eso que reconocemos en el conjunto de las Organizaciones Territoriales Urbanas una potencialidad de transformación social gestada a lo largo de su trayecto histórico. Nacidas para satisfacer las necesidades más urgentes, en su práctica cotidiana, aprenden a desplegar estrategias de lucha en la demanda de cumplimento de los derechos más básicos. En este proceso de diálogo o enfrentamiento, según el caso, con autoridades, instituciones, organismos de derechos humanos, se va produciendo una maduración de su capacidad organizativa, paralelamente a un crecimiento de la conciencia, porque, desde la práctica concreta se va definiendo al enemigo y comprendiendo que la causa de sus padeceres no tienen un origen divino, sino que responden a una política injusta en una sociedad injusta. Es decir que la resolución de sus problemas se discute en el nivel de la política. Para esto hubo que aprender también cómo se construye un bloque de alianzas en base a intereses comunes.

Pero estas organizaciones no crecen aisladas; en su derrotero, van abrevando de las mejores experiencias en la historia del movimiento de masas, de las experiencias que van apareciendo en el seno del movimiento popular; a veces, muchas de ellas con cierto grado de espontaneísmo; aunque indagando encontramos que muchos de sus actores tienen una experiencia anterior militante. Pero lo que no aparece es un hilo conductor político orgánico que le de direccionalidad. Donde puede leerse algún tipo de continuidad con las luchas de etapas anteriores es que se han ido copiando metodologías: las tomas de tierras en los ´80, las ocupaciones de casas en la lucha por la vivienda digna, las marchas del silencio, las ollas populares. Todos fenómenos que fueron apareciendo en algunos momentos sin tener un movimiento orgánico político detrás que condujera ese fenómeno. En realidad, lo que sucedía, es que los partidos políticos acudían después, intentando montarse sobre el éxito de una movilización o de un reclamo.

Creemos que en los últimos 20 años convergen distintos vectores, distintas situaciones que terminan de dibujar este nuevo sujeto político. No estamos invalidando a los actores políticos tradicionales. Sino que creemos que es nuevo por su dimensión y por representar un universo real, aunque anónimo. En cada barrio hay varias organizaciones que a veces no logran sortear el anonimato, pero nosotros creemos que en su conjunto, se han convertido en la fuerza motriz principal del cambio. No obstante que en el último tiempo empieza a haber más trabajo (dicho esto con todas las salvedades que implicaría discutir detalladamente la coyuntura), y aun cuando muchas de las personas que participan de estas organizaciones, encuentran un trabajo efectivo o temporal, lejos de alejarse de la organización, la siguen sosteniendo como el continente al que remiten, siguen tributando su pertenencia a la organización territorial.

Es que en su existencia estas organizaciones no persiguen solamente objetivos materiales, no se han quedado en resolver las cuestiones meramente reivindicativas o inmediatas. Estas organizaciones han ido evolucionando y ocupan un espacio particular en el imaginario simbólico de gran parte de la población.

En un principio marcábamos la importancia de lo territorial, como soporte de la vida material, la fuente de la subsistencia. Pero el territorio, y las organizaciones que en él se asientan cumplen también la función de contribuir a la constitución de identidades integradoras como práctica de resistencia (aunque no sea en forma totalmente consciente) a la fragmentación impuesta por el modelo económico de dominación:”…la gente se resiste al proceso de individualización y atomización social, y tiende a agruparse en organizaciones territoriales que, con el tiempo generan un sentimiento de pertenencia y, en última instancia, en muchos casos una identidad cultural y comunal” (M. Castells; p 83: 1997). Una organización territorial hoy, incide, no sólo en el perímetro chiquito de su territorio, sino, también incide, y mucho, en el proceso nacional. Hoy hay una relación entre la construcción del poder local, el proceso nacional que está viviendo nuestro país y el proceso regional entendiendo esto como la construcción de la Patria Grande a nivel del subcontinente latinoamericano.

Los territorios tienen su personalidad, su historia, su tradición, sus identidades, y por lo tanto son la sumatoria, el enriquecimiento a partir de la diversidad: son esto que a veces dice el subcomandante Marcos: “un mundo donde quepan muchos mundos”, por lo tanto los territorios no pierden, al contrario, generan una fuerte dependencia y un fuerte arraigo a los valores de su terruño. Pero, esto entendido no desde una vena chauvinista: …”y entonces mi barrio termina …y mi único continente es mi barrio…” Sino que la acción de estos movimientos trasciende y rompe con un elemento histórico que antes tenía lo barrial, que se quedaba en el límite de su territorio y competían con el otro y generaban: “a ver, bueno…Boca vs Barracas o Boedo o Parque Patricios. Lo que se postula desde estos nuevos movimientos es una complementación. El territorio tiene un valor simbólico y de construcción muy importante, pero sobre todo tiene que ver con una identidad mucho más abarcadora que es la sumatoria de las diversidades. Esto rompe con la construcción de las identidades barriales que actuaban en forma centrípeta, con una lógica de construcción esencialista y terminaban aislándose y metiéndose para adentro. Lejos de este modelo, los movimientos territoriales actuales, trascienden lo nacional.

Tomando como ejemplo la experiencia que nosotros estamos construyendo con la Coordinación Latinoamericana de Movimientos Territoriales Urbanos, a partir de tomar en cuenta las similitudes (entendiendo las similitudes no como copias mecánicas o traslaciones mecánicas de realidades) de nuestra conformación histórica: somos producto de la colonización europea y la imposición de modelos económicos de expoliación, por lo tanto, además del mismo objetivo de emancipación del capital extranjero, nos une el proyecto de lograr la integración de la Patria Grande que soñaron nuestros libertadores José de San Martín y Simón Bolívar, podríamos decir que estamos construyendo un continente nuevo.

Esto también es una ruptura con una lectura tradicional que tuvo el movimiento territorial anterior. A esta concepción de territorio lo atraviesa un contenido popular. Ideológicamente popular. La Patria no es lo mismo para un nazifascista, que considera la Patria, el Territorio, la Bandera, como categorías reificadas que trascienden al hombre y por las cuales deberíamos sacrificarnos para que una clase dominante usufructúe los beneficios de nuestro sacrificio. En la interpretación de Patria y de Territorio de contenido popular, la Patria es nuestra gente, nuestro pueblo, tiene que ver con en el arraigo a un paisaje, a una geografía, que al ser parte de nuestro entorno de formación, está cargada simbólicamente con el proceso de nuestro crecimiento, es la Pachamama dadora de vida, es la tierra que nos provee el sustento y en la cual desplegamos nuestra capacidad creadora para sentirnos humanos, constructores de nuestra historia, es, en fin, el espacio humano donde nacen, viven y trabajan nuestros hijos, hermanos y compañeros; es decir, llamamos a una resignificación de “lo territorial” como fundamento básico y espacio simbólico de nuestra vida.

Decimos que las Organizaciones Territoriales Urbanas constituyen un sujeto nuevo porque presentan características propias que las diferencian de los viejos movimientos sociales:
1) Hacen hincapié en la construcción territorial (que las define como modalidad)
2) Responden a un modelo de construcción integrador, en el que se reconoce y se acepta la diversidad cultural que es propia de cada barrio, “la unidad en la diversidad”;
3) En su mayoría mantienen un funcionamiento autónomo respecto de sindicatos y partidos políticos tradicionales.
4) En el funcionamiento de dichas instituciones se privilegian las formas asociativas con participación en la toma de decisiones. Por estos motivos, las organizaciones territoriales permiten confrontar la falacia liberal sobre la “libertad” del individuo autónomo, librado a sus propias fuerzas en un mercado globalizado, oponiéndole la fuerza de la organización colectiva en pos de objetivos compartidos.

Por todo lo expuesto planteamos: la necesidad imperiosa de construir una democracia participativa y protagónica en la que es indispensable que confluyan todos los actores sociales. Creemos que en el proceso de reglamentación de la Ley de Comunas, tienen que participar las instituciones del pueblo organizado para garantizar el efectivo ejercicio de una democracia con participación popular. Si bien la creación de los Consejos Consultivos fue un paso en la dirección correcta, tiene la limitación de que no tiene poder concreto en la toma de decisiones, por lo tanto, planteamos que este instrumento tiene que permitir el ejercicio concreto del control y el diseño de políticas públicas.

Ante el agotamiento de la democracia representativa que terminó siendo funcional a la política neoliberal en los últimos 25 años, proponemos que hay que marchar a un proceso de profundización que implica la construcción de una democracia participativa con protagonismo popular. Al decir del comandante Hugo Chavez, hablaríamos de una democracia revolucionaria. Una democracia que realmente defienda los intereses populares, nacionales, que sea de verdad un ejercicio concreto de la participación y del protagonismo. Que lo promueva, no que sólo lo enuncie. Para esto tiene que haber participación real de los diferentes actores. Nosotros, que somos parte de ese sujeto que son las Organizaciones Territoriales Urbanas, reclamamos nuestro derecho a debatir y participar en el diseño del territorio que habitamos, pero, por supuesto que extendemos nuestro reclamo al derecho de participación de todos los actores sociales y esto se garantiza en la elaboración concreta de instrumentos institucionales que permitan el ejercicio de una democracia participativa real, y no, como se ha estado desarrollando hasta el momento, donde el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires se comportó como un sistema institucional corporativo que actuó a la defensiva contra estos nuevos actores al sentirse cuestionados en el ejercicio de su poder, convirtiéndose en una democracia formal: una vez que nos han delegado el poder por el voto, los que legislamos somos nosotros, los que reglamentamos somos nosotros.

Las Organizaciones Territoriales Urbanas tenemos experiencia en el ejercicio de una democracia directa, real, ya que día a día, en las Asambleas, revalidamos la vigencia de nuestros referentes y la obstinación en la realización de nuestro proyecto de una sociedad con justicia social y un futuro mejor para todos.














BIBLIOGRAFRÍA

CASTELLS, Manuel. La Era de la Información – Economía, Sociedad y Cultura –
Vol. 2 El Poder de la Identidad. Alianza Editorial -1997

GARCÍA CANCLINI, Néstor Globalizarnos o defender la identidad – Revista Nueva Sociedad – septiembre – octubre 1999

ISMAN, Raúl Los Piquetes de la Matanza – De la aparición del movimiento social a la construcción de la unidad popular – Ediciones Nuevos Tiempos – Foros de la Boca 2004

SVAMPA, Maristella y PEREYRA, Sebastián Entre la Ruta y el Barrio – La experiencia de las organizaciones piqueteras- Editorial Biblos – 2º Edición corregida y actualizada - 2004